De un tiempo a esta parte, se ha levantado un movimiento global de una supuesta lucha contra la corrupción, que se cobija dentro de las llamadas revoluciones de colores, que hizo de las suyas en Egipto, Grecia, Guatemala y el caso más reciente, Argentina. Hoy los cañones están enfocados a América del Sur, en donde un grupo de Naciones llevan a penas una década trillando un orden diferente al de los imperios. Como ya exiten los satélites para brechar, espiar, manipular, etc y la comunidad no resiste invasiones militares a gran escala como en otrora, ahora el control remoto nos pone a ver el canal de la corrupción. Antes era el anticomunismo, luego la lucha contra las drogas, ahora son las revoluciones contra la corrupción, que sólo se da en los países que no son afines a sus intereses, por tanto reitero: cuidado con Brasil, que lo que ustedes ven, no necesariamente es. El gran hermano no es nada fácil, ya lo decía el genio George Orwell, busque su novela 1984 o El Gran Hermano.
Todos criticamos la corrupción, pero pocos por no llegar al extremismo del nadie, rinde cuentas. Desde los grandes partidos políticos, hasta los pequeños. Las iglesias recaudan y ganan millones en sus negocios y nunca publican su estados de cuentas. Entonces lo más chulo es que corrupto es el otro, pero yo noooooo. En un ejercicio sincero o aproximado a este, es de salud decir que todos somos corruptos, de una u otra manera. Tal vez las tribus autóctonas que aún viven en comunidad primitiva en la Amazonía Brasileña, tengan este hermoso privilegió de vivir sin corrupción, resentimientos, odios, envidia, explotación y maldad. En una sería conjugación gramatical en todos los tiempos: yo, tu, el, ellos, ellas, vosotros y nosotros, en algún momentos somos o hemos sido corruptos. El que este libre, un paso al frente y obtendrá como premio, el amor de una ninfa con olor a gloria y ubicada en el Olimpo de la verdad y esta nos hará libre.
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