
La indiscriminada tala de árboles llevada a cabo por las prácticas mineras y la industria y comercialización de maderas preciosas sin ningún tipo de regularización por parte del Estado dominicano han llevado nuestros bosques por caminos derroteros.
A estas prácticas se le suman las prácticas agrícolas y ganaderas, así como la alta contaminación generada por las calderas y los desechos industriales en el país.
Nuestros ríos han desaparecidos en un 70 por cientos y lo que nos quedan han visto reducido su caudal de manera considerable
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